Monday, June 6, 2011     17:19
 

Don Pablo J. Alvarado y la Guerra de los Mil Días

El gran patricio veraguense, don Pablo J. Alvarado, se agitó en diversas actividades de la vida política nacional y en todas ellas, brilló con luz propia.

En un fascículo que publicó en 1967, denominado RECUERDO DE LA GUERRA DE LOS MIL DIAS” con prólogo de Rafael Murgas, destaca su participación en las luchas campesinas, a las cuales dirige como un verdadero líder.

Esta vocación, se torna en permanente pensamiento durante su vida y sobre el cual, nunca se apartará y mucho menos a claudicar.

Inicia su relato, apoyando la tesis causal de la apertura del conflicto, que no fue otra que el despojo sufrido por los candidatos liberales en las elecciones de 1898, comicios que resultaron altamente fraudulentos. Este hecho, vino a representar la última gota de vejaciones y afrentas, que soportaron los acólitos liberales.

El movimiento revolucionario tuvo como punto de partida el desembarco el 31 de marzo de 1900, en Punta Burica, Chiriquí, de las huestes dirigidas por el doctor Belisario Porras y el general Emiliano Herrera.

Se estableció una Junta de Gobierno Militar compuesta por los doctores Eusebio A. Morales y Carlos A. Mendoza, como Ministros de Hacienda y Tesoro y Gobierno y Justicia, respectivamente y el doctor Belisario Porras, como Jefe Civil y Militar.

Don Pablo, quien por esos tiempos contaba con solo 16 años, se une al Ejército Liberador, al igual que muchos otros jóvenes de la provincia, quienes sentían en sus pechos el fuerte latido del ansia revindicadora por los frecuentes atropellos contra la población.

A esta temprana edad, ya era un conocedor profundo de los caminos, valles y montañas de su terruño, por haber acompañado a su padre en los afanes de la ganadería.

Cuando se presentó la urgencia de hacer un contacto con Victoriano Lorenzo para entregarle armas y municiones en la Alta Cordillera, no pudieron escoger a un mejor personaje, que nuestro joven, recién ascendido a Alférez.

La tarea encomendada fue cumplida con un resonante éxito, al transitar a caballo durante cinco días, como todo un veterano, por caminos montañosos, cruzar profundos ríos y cuidarse de los mil y un peligros, que no son extraños a una misión de este tipo. Existía, además, la responsabilidad de cuidar las vidas de sus compañeros.

Enorme trabajo que llevó, honrosamente, sobre sus hombros el novel Alférez del Ejército Revolucionario.

En la medida que los triunfos acariciaban al Ejército Liberal en su marcha triunfal por todo el territorio nacional, se producía el enrolamiento voluntario de numerosos jóvenes panameños.

Nuevamente se le asignó la misión de buscar a Victoriano Lorenzo para llevarle cartas del Doctor Porras, del Coronel Abadía y del General Emiliano Herrera, donde se le notificaba a Lorenzo su ascenso a General Regular del Ejército Revolucionario, al mismo tiempo que se le impartían instrucciones para que se presentase en Aguadulce, donde se iba a librar un ataque contra dicha plaza.

Las fuerzas gobiernistas, sin embargo, ya habían abandonado ese lugar, rehuyendo, en toda forma el combate.

Al ser trasladado al Batallón Libres de Chiriquí, fue promovido a Capitán, para actuar bajo las órdenes del General Manuel Quintero Villarreal.

El arrollador paso del Ejército Revolucionario, continuó hasta el ataque final sobre el Puente de Calidonia, donde la falta de coordinación y un posible elemento de celo y envidia, de parte del General Herrera, decretó la espantosa debacle, de unas filas armadas, que venían de triunfo en triunfo, a través del territorio nacional.

La cantidad de muertos de ambos mandos, desproporcionadamente mayoritaria dentro de las filas liberales, determinó que este combate, se convirtiera en una verdadera carnicería sobre las fuerzas de la Revolución.

Es mucho lo que se ha escrito sobre este memorable asalto al citado puente, y es posible leer diferentes descripciones de la batalla, que llevan a un difícil entendimiento sobre la estrategia del ataque frontal que se llevó a cabo, contra una fuerza que tenía la ventaja geográfica del terreno, tropas frescas y con excelentes pertrechos militares.

Este triste combate, diezmó a los liberales y se calcula que 700 de ellos, la mayoría jóvenes promesas, fueron inmolados, mientras que las pérdidas del ejército gubernamental, se menciona en escasos 20.

Una muy vívida descripción de esta memorable batalla, la realiza el capitán Alvarado en su folleto “Recuerdo de la Guerra de los Mil Días”. En el mismo campo de guerra, es promovido al grado de Mayor, por el valor demostrado en ese combate.

Al desbandarse el ejército revolucionario, viaja con el General Lorenzo hacia la cordillera y vive durante 20 días con los indios, en el campamento de La Negrita, participando de sus costumbres y tradiciones.

Después de la derrota liberal en el Puente de Calidonia, Alvarado regresa a La Mesa de Veraguas, su tierra natal, donde vivió en una situación económica muy precaria, que terminó con un encarcelamiento durante dos meses en Santiago de Veraguas.

Al ser liberado regresa a La Mesa y luego se entera del movimiento secesionista de Panamá el 3 de noviembre de 1903 y de inmediato participó en la firma del Acta de Independencia de La Mesa, el 14 del mismo mes.

Después se dedicó al negocio de la ganadería, donde prosperó económicamente y para no olvidar su amor por la política, fue nombrado para la Primera Convención Liberal Constituyente, constituyéndose como una destacada figura en la campaña liberal de 1906.

Fue Diputado a la Asamblea Nacional y Gobernador de la Provincia de Veraguas, ambas en dos ocasiones, miembro del Gran Jurado Nacional de Elecciones, participante activo en las Convenciones Nacionales del Partido Liberal, para la selección de candidatos a la presidencia. .

Su vida, enmarcada siempre dentro de las filas de su partido, se ha proyectado como un modelo de confianza, seriedad, honradez, mantenimiento de las creencias y convicciones políticas, digno ejemplo para todas las generaciones.