Monday, June 6, 2011     17:19
 

Enrique A. Jiménez y la Universidad de Panamá

Dentro del aspecto educativo, nuestro país ha estado siempre entre los más adelantados, ya que desde el Siglo XVIII se creó la Universidad Javeriana y el Colegio Superior del Istmo, que más tarde deberían desaparecer, por diferentes causas.

Panamá, con su espontánea unión a Colombia en 1821, se atrasó marcadamente en su desarrolló, hasta el punto que era el Departamento de la Unión con menos escolares, menos aulas de enseñanza y maestros, amen de un muy bajo nivel en el frente sanitario.

Los países del istmo centroamericano, hacían progresos en el ámbito de la ciencia de la enseñanza, y se establecieron universidades destacándose entre ellas la de San Carlos en Guatemala.

A pesar que la primera Universidad Nacional fue inaugurada el 25 de enero de 1918, bajo la administración del presidente Valdés, este primer centro de estudios ofrecía principalmente la carrera de Derecho. Tuvo también que cerrar sus puertas por razones económicas. Nuestros anhelos por una casa de estudios superiores, tuvieron que esperar a verse realizados hasta el 7 de octubre de 1935, al declararse oficialmente abierta la Universidad de Panamá. Era Presidente de la República el Dr. Harmodio Arias Madrid.

Las labores se iniciaron utilizando para ello parte de las instalaciones del Instituto Nacional, en donde fue poco a poco cimentándose su trabajo, principalmente por el alto grado académico y científico de unos profesores alemanes que fueron contratados por el gobierno panameño y que habían sido desplazados de su país natal, durante la persecución de los judíos por las nazis.

Estos profesores, dieron una gran muestra de constancia e inteligencia, al llegar a dominar el idioma castellano en poco tiempo y realizar sus labores dentro del claustro académico con pequeños errores de sintaxis, pero que no desvirtuaban en nada el contenido básico y el mensaje docente que llevaban dentro de cada una de las conferencias. Profesores españoles de gran renombre, también fueron invitados por las autoridades de la Universidad, para venir a completar un plantel de primerísima categoría y que muy pronto se abriría paso franco en el concierto de la enseñanza del resto del mundo.

Con el transcurrir de los años, la Universidad Nacional iba respondiendo cada vez más a los deseos e inspiraciones de sus iniciadores, los doctores Octavio Méndez Pereira y José Dolores Moscote. Muy pronto se observó que las instalaciones que estaban en plan de "préstamos" en el Instituto Nacional eran insuficientes para el creciente número de estudiantes que venían de las distintas promociones de los colegios secundarios. Para finales del 45 e inicios del 46, la situación se iba haciendo cada vez más insostenible.

Y he aquí donde surge la figura de ese extraordinario Presidente de la República que fue Don Enrique A. Jiménez. Hombre de una sagacidad política increíble, de innegables dotes de gran estadista y de ofrecer soluciones rápidas a los problemas, dio de inmediato los pasos necesarios y concernientes para la fundación de la Ciudad Universitaria en terrenos propios y para la consecución en forma permanente de un patrimonio que asegurara a nuestra primera casa de estudios, una sólida base económica para su futuro desenvolvimiento.

Nuevos y modernos edificios se fueron levantando en un campus muy moderno y muy bien localizado. Otro punto importante en la labor del Presidente Jiménez fue el de consignar en el Artículo 46 de la Constitución de 1946, la más grande de las conquistas de la vida estudiantil: la autonomía universitaria.

La garantía para la construcción de los edificios fue dada por el Presidente Jiménez, de igual manera que los primeros fondos presupuestarios necesarios para dicha construcción. Fue un mandatario que se echó sobre sus hombros hacer crecer a la universidad y dotarla de una personalidad propia.

El apoyo económico prestado por este ilustre primer ciudadano hizo posible la transformación de una universidad que trabajaba exclusivamente en cursos nocturnos a un moderno centro donde era obvio se podría impartir enseñanzas con mayor tecnología y facilidades, dentro de un horario diurno y a un mayor número de estudiantes.

Tal como lo afirma un distinguido historiador, Enrique Jiménez impidió que la Universidad Nacional continuara desenvolviéndose como una escuela nocturna más.

De no existir este total y desinteresado apoyo que se le otorgó, a los diez años de haber sido inaugurada, no tendríamos a esta escuela de alto estudio en el sitial actual, donde el gran número de estudiantes que así se formaban anualmente, son el testimonio de la enorme visual de político y estadista de este destacado panameño. Jiménez cimentó la apertura de las puertas de la luz a miles de ciudadanos que más tarde llegaron a producir los cambios, sociales, económico y políticos que han sacudido a la nación. Son el producto de un deseo de mejoramiento y superación que surge de los desposeídos de dinero, pero no de inteligencia y que anhelan destacarse en la vida. Si unos fundaron la Universidad de Panamá, que su memoria reciba el debido y franco reconocimiento de la historia, tal como lo merecen y lo han conseguido.

Pero resulta a veces doloroso que no se lleve a los lugares cimeros que sus actuaciones así lo ameritan, a personajes de relevante importancia, como el Presidente Jiménez, que tuvo la clara visión de dar el más importante apoyo que cualquiera obra necesita, o sea, el establecimiento de su patrimonio propio y los fondos necesarios para la debida continuación y práctico funcionamiento a través del tiempo y la distancia.

El fue quien otorgó el vigor necesario para un rápido desenvolvimiento de toda esa gran obra.

No se trata de robar honras a los que fundaron y tuvieron el acierto de ser los zapadores de tan formidable idea y que participaron de ese momento histórico. Pero tampoco debemos relegar a una especie de semiolvido al verdadero motor y propulsor de la explosión universitaria y quien dio el primero el formidable impulso en el decisivo momento que se necesitaba y a lo cual dedicó gran empeño y parte de su exitosa gestión administrativa apoyada en sus grandes dotes de estadista y político.

Un retrato al óleo colocado en uno de los salones de la Biblioteca Simón Bolívar de la Universidad es el solitario y aislado reconocimiento que esta escuela le ha rendido.

A todo un Señor Presidente, que además de lo logrado dentro del ámbito universitario, citemos también algunas de las más importantes obras que legó a la patria:

  • Ciudad Universitaria
  • Autonomía Universitaria
  • Aeropuerto de Tocumen
  • Zona Libre de Colón
  • Código de Trabajo
  • Código Sanitario
  • Hotel Panamá
  • Consejo de Economía
  • Escuela Artes y Oficios
  • Banco Provincial de Provincias Centrales
  • Ministerio de Trabajo, Prevención Social y Salud Pública
  • Hospital Antituberculoso
  • Distrito Alcalde Díaz
  • Ley Orgánica de Educación

Que se resalte como se debe, la figura, personalidad y obras de quienes verdaderamente se lo han ganado en los avatares de la historia nacional, con sus actuaciones y obras, teniendo siempre los mejores intereses de la patria, como anhelo primordial.