Monday, June 6, 2011     17:19
 

No fue un héroe

por: Salvador Santiesteban Merlos

La calle describe una curva pronunciada, hasta desembocar en un parqueadero frente a la antigua Embajada de los Estados Unidos, un edificio imponente en Clayton que hoy día alberga la sede de la Caja del Seguro Social de Panamá. En las horas punta de la mañana y la tarde, el lugar se convierte en un auténtico hervidero de autos, pero apenas un puñado de conductores conoce el motivo por el que la calle lleva el nombre de Lazear.

El Dr. Jesse William Lazear, nacido en 1866 en Baltimore, Estados Unidos, falleció a los 34 años de edad en la localidad cubana de Quemados. Más de un siglo después de su muerte, el hombre que se dejara picar en Cuba por un mosquito Stegomya fasciata, y cuyo fallecimiento pocos días después confirmaría la tesis de Carlos Finlay sobre el vector de la fiebre amarilla, sigue siendo un personaje desconocido para la mayoría de panameños y estadounidenses. Son pocos los historiadores que le han dedicado un mínimo de atención, con la salvedad de David McCullough y de panameños eminentes como el Dr. Alonso Roy, médico escritor que tanto hizo por difundir la historia de Panamá y del Canal. En su estudio “La importancia de la medicina en la construcción del Canal de Panamá”, el Dr. Roy destaca el nombre de Lazear, junto a los de Finlay, Reed, Ross, Agramonte o Carter, en el éxito de la erradicación de los mosquitos Aedes y Anofeles. Pero es sólo uno de los pocos testimonios que brindan reconocimiento a este ciudadano estadounidense.

En 1949, Joseph Campbell publicó “El héroe de las mil caras”, un ensayo en el que describe las fases por las que transcurren las vidas de los héroes en la mayoría de culturas. A Lazear no se le podría mitificar, porque nunca cumplió el ciclo de iniciación, separación y retorno que marcan los cánones del heroísmo, y, de hecho, ni tan siquiera fue el primer abnegado en Quemados; unas semanas antes, el Dr. James Carroll ya se había dejado picar por mosquitos rodeado de enfermos de fiebre amarilla, quedando su salud tan deteriorada, que fallecería pocos años después a consecuencia de ello, como recuerda McCullough en su ya clásico “Un camino entre dos mares”. Lazear y Carroll no fueron héroes, sino ciudadanos abnegados. Los héroes siempre acaban regresando, aunque nos teman e inevitablemente los terminemos decepcionando, y lo hacen con algún previsible disfraz hollywoodiense o en la globalizada formación de once contra once. Los abnegados, en cambio, con su silencio y distancia, parecieran resistirse a que se les rescate del olvido, como si la renuncia a uno mismo no ameritara reconocimiento alguno.

El mundo está lleno de Jesses Lazear a los que no tendremos el honor de conocer y con los que estaremos en deuda el resto de nuestras vidas. No caigamos en la desgracia de necesitar héroes, tal como nos alertara Bertolt Brecht, pero mantengamos en el recuerdo, en este Centenario que ya se asoma, a todas aquellas personas que contribuyeron con su sacrificio personal al éxito de una de las obras de ingeniería más fascinantes de la historia de la humanidad.

http://en.wikipedia.org/wiki/Jesse_William_Lazear

http://www.alonso-roy.com/med/med-18.html

McCullough, David: Un camino entre dos mares: la creación del Canal de Panamá (1870-1914), Madrid, 2004.