Monday, June 6, 2011     17:19
 

Las primeras mujeres de América como doctoras en medicina

El sexo femenino, mal llamado el débil, ha tenido que superar a través de la historia, grandes obstáculos para alcanzar posiciones que le estaban tradicionalmente vedadas.

Las ciencias médicas no podían escaparse del similar destino que se le iba demarcando de una forma tan clara y definida.

Sin embargo, el esfuerzo y determinación, las ansias de superación y mejoramiento, sirvieron como enormes acicates para que la mujer no desmayara en la tarea reivindicadora para obtener reconocimiento de igualdad con los hombres.

Se podía señalar un deseo egoísta por parte de estos últimos, para impedir el acceso a predios donde imperaba como dueño y señor? No es descartable en forma total esta hipótesis.

Como sucede en la historia, cuando algún movimiento es detenido en su evolución por medio de la fuerza, al obtener su liberación toma lugar una tremenda reacción en sentido contrario.

Es la clara e igualadora ley de la naturaleza. El famoso accio-reaccio de los antiguos.

Es curioso ver en las diferentes mitologías, que la figura de la mujer se destaca como diosa en el arte de la protección de la salud. Pero todo se detiene en ese sitial de admiración y de reverencia, ya que en la práctica no sucedía absolutamente nada, ni se consideraba, al sexo femenino para ninguna otra función, dentro de estos parámetros.

En 1754 se rompen las cadenas que aprisionaban y no dejaban surgir a las féminas cuando en la Universidad de Halle, Alemania, recibe Dorotea Leporin Erxlehen, el título de Doctora en Medicina.

Su batalla para ingresar a dicho centro de estudios superiores fue muy ardua y tuvo que intervenir el Emperador Federico el Grande otorgando un permiso especial para esta estudiante, de primerísima categoría, pudiese demostrar al mundo que la mujer estaba dotada de todas las capacidades necesarias y que igualmente era apta para resistir y superar las tareas más arduas, con sólo brindarle la oportunidad.

Hay por otra parte, grandes demostraciones de valor y perseverancia para terminar los estudios de medicina, en el caso de otra estudiante, llamada Enriqueta Faber, de Suiza, quien cursó la carrera de medicina en París, disfrazada de hombre, pues de otra manera estaba condenada a no lograr ni ser admitida.

Se necesitó gran deseo y amor por la profesión, para sufrir con mucho estoicismo las múltiples vicisitudes y sufrimientos, privaciones y abstenciones, para alcanzar su objetivo final.

La revista MD en español en julio de 1975, presenta una lista de las primeras graduadas de medicina en algunos países de América, a la cual añadimos la pionera de la profesión en Panamá, al igual que la primera cosecha de profesionales femeninas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá.

Nombre País Año
Cecilia Gierson Argentina 1889
Amelia Chopitea Villa Bolivia 1918
Rita Lobato Velho López Brasil 1887
Emily Jennings Stove Canadá 1867
Laura Martínez De Carvajales Cuba 1889
Eloisa Díaz Insunza Chile 1887
Elizabeth Blackwell Estados Unidos 1909
Matilde Montoya México 1893
Laura Esther Rodríguez Perú 1900
Paulina Luisi Uruguay 1908
LYDIA SOGANDARES PANAMÁ 1934

Primeras guaduadas de la Facultad de Medicina en Panamá:

LUCIA DE LEON 1955
DOROTHY WILSON 1955
GILMA DE MONCAYO 1955
DORIS CHORRES 1955
FEDORA CEDEÑO 1955
CECILIA LAMELA DE BRIN 1955

El denodado esfuerzo por la superación profesional de las mujeres en todo el mundo, el grado de capacidad profesional, pero sobre todo su dedicación y tenacidad en este difícil campo, fue abriendo caminos para que otras generaciones encontrarán un sendero más libre de prejuicios y de caprichos personales.

Los cambiantes tiempos de la medicina han encontrado un acoplamiento con el carácter femenino y se ha proyectado una nueva faz en el médico, que ahora se compenetra mucho más con los problemas sociales de los enfermos, integrándolos con los hallazgos clínicos.

La mujer después de superar los insalvables escollos iniciales que se le presentaron para su ingreso a las filas de los profesionales de la medicina, ha demostrado que tenía perfecto derecho para aspirar a un puesto junto al hombre en la lucha común por la preservación de la salud.

La posterior evolución de la profesión ha enseñado el extraordinario aporte de las representantes del sexo femenino en todas las fases de la vida científica, con los Premios Nobel a que se han hecho acreedores y con el alto porcentaje de estudiantes que se inscriben en las escuelas de medicinas de todo el mundo.

Al observarse el progreso inmenso que ha demostrado la mujer en estos predios científicos, es de justicia reconocer a quienes desde los primeros momentos, tomaron en sus manos la bandera de la liberación y cumplieron con la misión que se trazaron en la vida.