Monday, June 6, 2011     17:19
 

Influencia norteamericana en la salud pública de la joven Panamá

Desde 1820 la fama de Panamá como un lugar sucio, insalubre y muy peligroso para la vida, se encontraba firmemente establecida.

Cuando los españoles que surcaban los mares para ir de las costas del Oeste en Norte y Sur América hacia la Madre Patria, tenían que usar el Istmo como paso obligado para el transporte de su carga; la fiebre amarilla, la malaria y la disentería, los diezmaban sin piedad.

De 1820 a 1849, al desatarse la avalancha humana hacia California, por el descubrimiento del oro, fueron ahora los anglosajones quienes sufrieron las mismas consecuencias que los españoles, algunos años atrás, al emplear nuestro territorio como ruta hacia el Pacífico. El ferrocarril de Panamá (1850-1855) tuvo una altísima mortalidad entre sus trabajadores - aproximadamente un muerto por cada una de las durmientes colocadas.

Negros y chinos, traídos como mano de obra, perecieron en esta trampa humana que era nuestra capital.

Los franceses fueron los próximos a enfrentarse a nuestro hostil ambiente, saturado de plagas y enfermedades, al fracasar en su empresa del Canal a nivel (1880-1889).

Al sellarse la separación de Colombia y adquirir los Estados Unidos todos los derechos para la construcción de la vía interoceánica por Panamá (mayo 4 de 1904), supieron aprovechar esta contingencia histórica y repetitiva de hechos derrotistas, que llevaban directamente a demostrar una clarísima realidad: para poder triunfar en esa empresa, había que sanear la región en primer lugar, y luego atacar el problema de la construcción del Canal.

Sanear primero, construir despues.
Medicina antes que ingeniería.

Este planteamiento fue claramente comprendido por el Presidente Roosevelt (Theodore), cuando decidió nombrar a William C. Gorgas como Jefe de los Servicios de Salud del Canal.

No se trataba de ningún neófito en estos problemas de saneamiento, pues ya había participado de manera muy destacada en la erradicación de la fiebre amarilla en La Habana (1901).

En noviembre 18 de 1903, se celebró el Convenio Taft entre la joven república y el coloso del Norte, por medio del cual se autorizaba a los Estados Unidos a tomar bajo su control el saneamiento conjunto de la Zonal del Canal y las ciudades de Panamá y Colón.

Gorgas recibió amplios poderes en todo lo concerniente a la salud, para establecer las normas necesarias y hasta para imponer multas por incumplimiento de las mismas.

Una concesión única e increíble, que hacía un país recientemente independizado y soberano, pero que igualmente había comprendido que con ese acto, se aseguraba también el bienestar básico de la salud de su pueblo.

Este paso le tocó al Dr. Manuel Amador Guerrero y por muy penoso que hubiera sido tomarlo desde el punto de vista del orgullo nacionalista, privó seguramente el concepto del profesional de la medicina, que visualizó con claridad unas ciudades terminales muy saneadas y a un país haciendo veloces avances en la Salud Pública.

No se podía pensar, ni remotamente, en sanear la franja de 5 millas a cada lado del Canal, si el resto del área bajo el control panameño, permanecía en los atrasados niveles de los siglos anteriores. Los Estados Unidos sabían perfectamente bien, que una inversión que se efectuara en Panamá, directa e indirectamente, se reflejaría en el éxito de la construcción de la importancia vía canalera.

El Departamento de Salud se trazó de inmediato, cuatro puntos iniciales de trabajo:

  • Eliminar los lugares de crecimiento de los mosquitos
  • Matar los mosquitos adultos
  • Tratamiento de los enfermos con el establecimiento de estrictos y obligatorias medidas profilácticas
  • Tratamiento de los enfermos con el establecimiento de estrictos y obligatorias medidas profilácticas

Paso a paso se fueron cumpliendo todos y cada uno de estos objetivos, produciéndose transformaciones que indicaban un progreso evidente.

El Hospital Santo Tomás se reforzó con nuevos equipos e instalaciones, médicos y enfermeras norteamericanas, que trabajaban junto con los panameños. Los primeros cuatro superintendentes de este centro de salud fueron ciudadanos de los Estados Unidos (Pedro de Obarrio, B. W. Caldwell, W. B Pierce y Mayor Edgard A. Bacock).

El nivel de atención médica consecuentemente mejoró en forma rápida. Estos profesionales llegaron a traer nuevas técnicas y conocimientos en el cuidado de los enfermos, a imponer disciplina y a despertar inquietudes de docencia, que llevaría a la fundación de la Escuela de Enfermeras del Hospital Santo Tomás, bajo la dirección de Miss Louise Brackamayer (1908).

Se implantaron programas de vacunación rígidos, al igual que visitas regulares a las casas con el objeto de fumigar y regar aceite contra los mosquitos en charcos y aguas estancadas.

Gorgas dividió el territorio entre las ciudades de Panamá y Colón en varios distritos médico-sanitarios, cada uno dotado de facilidades hospitalarias chicas (25 a 50 camas) y dispensarios de primera atención (5 a 10 camas), en poblaciones menores, a lo largo de la ruta del Canal.

El ferrocarril poseía además cuatro carros hospitales para el transporte de enfermos o heridos a cualquiera de los puntos más cercanos, para una atención inmediata.

Los locos y los leprosos eran atendidos en el Hospital Ancón, en pabellones separados.

En enero de 1905, los primeros fueron trasladados a un nuevo hospital en Corozal. El Gobierno Nacional pagaría $0.75 diario por paciente. Este arreglo persistió hasta 1930, cuando se construyó el Retiro de Matías Hernández, hoy denominado Hospital Psiquiátrico Nacional.

Los leprosos se llevaron posteriormente a otro recién construído centro de salud en Palo Seco (1907), en un lugar apartado de la capital y con vista al Canal.

Con la decidida guía y ayuda de los norteamericanos, Panamá realizó enormes progresos en la Salud Pública, que de otra forma hubieran tomado muchos años en llegar a realizarse y a un costo de muchas vidas.

Nos llevaban de la mano en estos problemas sanitarios, enseñándonos a cada paso, la correcta forma de atacar y resolverlos.

Si el objetivo final era dejar habitable y libre de enfermedades a la Zonal del Canal, para que los trabajadores cumplieran con su misión principal de construir este canal, era obvio que se debía seguir un programa de saneamiento paralelo y similar en nuestro país y bajo un único mando y dirección.

La fiebre amarilla quedó totalmente erradicada de Panamá, la malaria se controlaba eficazmente y las ciudades terminales eran un modelo de limpieza.

Eficaz y puntual recolección de la basura, calles nítidamente limpias, acueductos modernos con agua cristalina, completo control de las excretas, alcantarillado y desagües que eran rutinariamente limpiados y despejados, programas de fumigación y vacunación, absoluta y rígida inspección de barcos y pasajeros que arribaban a los puertos, con cuarentenas muy severas y altos niveles de atención hospitalaria, dieron como resultado la transformación de Panamá, la conquista sanitaria del área y una exitosa terminación de la obra cumbre de la ingeniería y maravilla del mundo en agosto 15 de 1914.

El progreso alcanzado en todos estos años y las enseñanzas de los norteamericanos, no se podían perder ni desperdiciar. Recibimos un gran impulso inicial y no lo dejamos caer en el vacío. Todos esto planes y dentro de nuestros escasos recursos económicos, se empezaron a desarrollar por el resto del país (hospitales, unidades sanitarias, fumigación, vacunaciones, programas antimaláricos).

La Fundación Rockefeller llegó en 1914 y de inmediato se desarrolló una campaña nacional contra la uncinariasis. Creación de pozos artesianos, letrinas en todas las casas, periódicas visitas de los inspectores sanitarios, administración gratuita de anti-parasitarios. Aperturas de laboratorios especiales en Panamá, Colón, David, Chorrera y Bocas del Toro.

Con la inauguración del nuevo Hospital Santo Tomás, por el Presidente Belisario Porras en septiembre 15 de 1924, se hizo cargo la República de Panamá del total y absoluto manejo de este nocosomio.

Paulatina y gradualmente fueron pasando a nuestro control todos y cada uno de los servicios de salud existentes y que permanecían en manos de los Estados Unidos.

Aprendimos muy bien nuestras primeras lecciones y guías, recibimos y supimos administrar perfectamente estas ayudas en la Salud Pública.

La joven república se movió rápidamente, con grandes avances y logros en este campo de la medicina.

Reflejo actual de ese promisorio inicio bajo la influencia de los Estados Unidos, es nuestro plan de Salud Pública, que ha servido de modelo para otras naciones.