Monday, June 6, 2011     17:19
 

El efecto catalítico del oro en California sobre Panamá

La fiebre del oro que se desató en California, en enero de 1848, cuando un carpintero de New Jersey, encontró pepitas del precioso metal, en la finca de John Sutter, repercutió sobre el mundo entero.

Anterior a este episodio, la vida en Panamá era muy pausada y serena, excepción hecha de las guerras entre liberales y conservadores colombianos y que por efecto directo e indirecto, influenciaban la tranquila monotonía de esta lánguida existencia, como sucedió con la Guerra de los Mil Días.

El factor aurífero, nuevamente vino a resaltar como el efecto catalítico, de mayor preponderancia, tal como sucedió durante el período de la conquista.

No solo dentro de los Estados Unidos, sino prácticamente del mundo entero. Miles de viajeros empezaron una marcha hacia “El Dorado”, transitando con el expreso deseo de arribar a su destino, en el menor tiempo posible.

Geográficamente había tres posibles rutas para marchar hacia California al encuentro con el oro:

  • cruzando los Estados Unidos, en carretas tiradas por caballos o mulas.
  • viajando por mar, dando la vuelta por el Cabo de Hornos y
  • atravesando el Istmo de Panamá.

La primera escogencia, significaba una marcha sumamente extensa en las famosas carretas tiradas por caballos o mulas, con la posibilidad de afrontar a feroces indios de todas las tribus, que no tenían ningún tipo de miramientos para asesinar y descabellar a todos los invasores.

Los variados climas que debían ser desafiados durante la larga travesía, las enfermedades y toda clase de inconvenientes, demostraron el gran valor y temerario coraje de estos buscadores de oro.

El segundo trayecto que consistía en un viaje por mar, de más de 18.000 millas, con todos los problemas y peligros que estos desplazamientos ocasionaban, además del tiempo y dinero, que debía ser invertido.

Restaba todavía, el Istmo de Panamá, faja estrecha de tierra de 80 millas de ancho, pero totalmente llena de dificultades, con selvas inmensas y casi impenetrables, con un terrible clima, lluvias torrenciales, mosquitos y enfermedades por todas partes, enormes ríos y el latente problema de la pobre atención hospitalaria.

Pronto se convirtió en la más transitada, pues representaba un ahorro en distancia, mayor de 8000 millas, comparado con la vía por el Cabo de Hornos.
(New York-Cruce por Panamá- San Francisco) vs. (New York-Cabo de Hornos-San Francisco).

Panamá, fue tomada por asalto de viajeros, de todos los tipos y calañas, que solo les interesaba encontrar la más rápida vía hacia California.

Este vandalaje se inició el 7 de enero de 1849, cuando cerca de 200 viajeros que procedían de un barco (el Falcón) que había encallado cerca de Colón, se volcaron sobre la ciudad.

Desembarcaron a tierra y decidieron cruzar el Istmo, a bordo de mulas o de cayucos, pasando por caminos infernales, llenos de enfermedades y de las peores condiciones climáticas, que dieron cuenta de un alto número de ellos.

Y esa perenne fuente de transeúntes de todas los tipos, introdujo en Panamá un turismo de la peor categoría, irrespetuoso de la ley y las buenas costumbres, borracho, criminales y jugadores.

Por fortuna, se trataba de personas, que no deseaban en lo más mínimo, quedarse en Panamá, sino continuar su marcha, a la mayor velocidad posible, para llegar al mágico lugar.

Eso sí, durante su escasa permanencia en suelo panameño, producían grandes daños a la ecología del país y a las costumbres apacibles de los nativos.

Existe el testimonio de uno de estos viajeros, de Massachussets, quien escribió:

“no tengo tiempo para dar razones, pero al decirlo expreso el sentimiento general de todos los pasajeros que han conversado conmigo y lo digo por un temor a Dios y amor por los hombres, que no vengan por esta ruta, por ningún motivo. No opino sobre las otras, pero no vengan por ésta”.

Hacia 1850, cuando los trabajos del ferrocarril transístmico se iniciaron por la Compañía de Stephens- Chauncey-Thatcher, y que terminaron en enero de 1855, nadie volvió a pensar, nunca más, en las otras rutas, pues el camino de hierro, con todas las comodidades, su rapidez y seguridad para terminar el cruce (dos horas), hacía que cualquier competencia se tornara impensable.

De hecho, resultó el negocio más lucrativo que se fundara en Panamá, con altísimos dividendos en la Bolsa de New York. (44%).

Se dijo un final adiós, a los viajes por tierra en mulas y cayucos, a través de la Cordillera y a todos los peligros existentes, a los cuales, se sumaron, en los últimos años, la aparición de bandas de ladrones, que mataban y robaban a los transeúntes.

Para contrarrestar esta peligrosa situación, la Compañía, durante los trabajos , se vio obligada a formar su propio cuerpo de vigilantes, que bajo la dirección del Capitán Ran Runnels, terminó con estos ataques, con la simple medida de ahorcar, en el mismo sitio, sin ningún tipo de contemplaciones y fuera de procesos judiciales, a los facinerosos.

La migración a la ciudad de Panamá, ante estas posibilidades para el legítimo negocio, aumentó rápidamente y la ciudad, lo mismo que Colón, en el lado Atlántico, se transformaron en grandes emporios comerciales.

El ferrocarril de Panamá, siempre fue visto como un antecesor del Canal, en lugar de aparecer como una competencia excluyente y esta aseveración fue comprobada en su totalidad, cuando el Canal de Panamá se inauguró el 15 de agosto de 1914, con el cruce perfecto por el vapor Ancón, luego de diez años de duro bregar y con el incluyente y exitoso desarrollo de ambas empresas.

Las minas de California y su impacto en el universo marcaron, igualmente, en nuestro país, varios años después, un giro favorable en los intentos separatistas de los panameños, porque demostraron que podíamos ser un país de tránsito y servicio,

La tierra de Panamá fue dividida para unir al mundo, pensamiento que luego fuera plasmado en el lema que aparece en nuestro Escudo Nacional y que lo expresa con las palabras PRO MUNDI BENEFICIO.