Monday, June 6, 2011     17:19
 

La catastrophe del dirigible Hindenburg

Desde los años 30, los vuelos en dirigibles estuvieron muy de moda, especialmente entre personas que los consideraban como un signo de importancia y categoría social.

Alemania y Estados Unidos, se adelantaron a otros países en el empleo de esta forma de transporte aéreo, ya fuera con intenciones comerciales o bélicas.

Los germanos construyeron una serie muy exitosa conocida como Graf Zeppelin y los norteamericanos tuvieron sus propios Akron, Los Angeles, Roma, Shenandoah y Macon, algunos que fueron retirados del servicio y otros que se accidentaron.

Alemania continuó en la línea de mejoramientos de estos aparatos hasta que se llegó al Hindenburg, preciosa joya de la aeronaútica , bautizada así, en honor de aquel gran general de la Primera Guerra Mundial, más tarde ascendido a Mariscal de Campo, el muy venerado, querido y respetado Paul von Hindenburg, quien a los 78 años de edad (1929) fue electo Presidente de la Segunda República Alemana y luego reelecto el 10 de abril de 1932, por cuatro años más.

Se convertiría el dirigible en la forma de transporte comercial del futuro? Todo parecía indicar que tal sería el camino lógico a seguir, por los continuados éxitos del Graf Zeppelin y los 18 viajes transatlánticos, sin ningún contratiempo, realizados por el Hindenburg, en 1936.

Los dirigibles eran más lento que los aviones y el costo del pasaje era mucho más caro. Sin embargo tenían mayor capacidad para pasajeros, pero igualmente necesitaban de una proporción casi de 1.5 a 1, en la relación tripulación/pasajeros.

En mayo 7 de 1937, la joya mayor de la flota alemana, despegaba del aeropuerto de Tengelhof, Berlín, para iniciar su primer vuelo de ese año.

Con una tripulación de 59 miembros y 40 pasajeros, el dirigible inició su viaje hacia Estados Unidos.

Durante su cruce del océano, encontró una serie de fuertes vientos en contra, lo mismo que tormentas eléctricas, que fueron las causas para un retraso de 13 horas en el estimado tiempo de llegada. Tuvo que sobrevolar al aeropuerto por casi una hora, esperando un momento más propicio para bajar.

El coloso del aire había sorteado fácilmente estos problemas y ya con el poste de amarre a la vista, lanzó las primeras dos líneas hacia empleados de tierra en el aeropuerto de Lakehurst, New Jersey y se ordenó parar los motores,

El Hindenburg demoraría muy poco tiempo en Estados Unidos, ya que tenía programado regresar, llevando a muy distinguidos pasajeros quienes irían a Londres, con el objeto de presenciar las ceremonias de la coronación del nuevo Rey de Inglaterra, que se conoció como George V.

Después de estos actos, la gran nave volvería a Estados Unidos, con abundante material fotográfico, para las ediciones de la prensa.

Nada de esto se cumpliría. El destino juega con los planes y así mismo con los hombres, haciendo giros imprevisibles.

Apenas las dos líneas de amarre ya mencionadas, llegaron a tierra, se escuchó una terrible explosión y grandes llamaradas, que provenían de la parte posterior de la nave, que hizo temblar a la tierra y pudo ser visible a varias millas de distancia.

Escenas dantescas de gritos de pánico y dolor, confusión total, personas que se arrojaban hacia el vacío en busca de salvación, eran observadas con repetición, ya que el dirigible se encontraba apenas a 300 pies del suelo.

Cerca de 15 personas, pudieron salvarse en esta forma, aunque quedaron heridas.

La cuenta total de muertos llegó a 33, once de los cuales eran pasajeros, veintiuno de la tripulación y un espectador. Entre los 21 tripulantes, se incluyó al Capitán del Hindenburg Max Pruss y al ex-Capitán Ernst Lehman, quien se encontraba en el fatídico viaje en calidad de consultor.

El Hindenburg, mortalmente herido, se precipitó a tierra, cayendo como inmensa bola de fuego sobre automóviles y muy cerca de una multitud, que huía despavorida.

Los bomberos y ambulancias llegaron rápidamente al aeropuerto y se prodigaron en sus heroicos esfuerzos para extinguir el gran incendio y ayudar a los heridos.

En Alemania la noticia del desastre del gran dirigible fue recibida con profundas muestras de dolor y al principio con verdadera incredulidad.

El Canciller Adolf Hitler envió un mensaje de pésame a la Compañía Zeppelin e inició con 20.000 marcos un fondo para ayudar a las familias de los fallecidos.

Tanto el presidente Franklin Roosevelt de Estados Unidos, como el Premier Benito Mussolini de Italia, asimismo de gobiernos del resto del mundo, llegaron notas de solidaridad y sentimiento hacia el pueblo alemán.

El sabotaje como causa de la gran tragedia, fue inmediatamente descartado, y de acuerdo con el Comandante Hugo Eckener, Director de la Compañía Zeppelin, se plantearon tres posibles hipótesis:

  1. una chispa de electricidad estática, que incendió los tanques de hidrógeno (elemento altamente inflamable), y produjo la destrucción total en instantes.
  2. chispa proveniente de la tormenta eléctrica del momento.
  3. fuego provocado por algún cigarrillo.

El Senado de los Estados Unidos aprobó una ley por medio de la cual se permitía la venta del gas helio para reemplazar al hidrógeno en todos los futuros dirigibles.

Un periodista radial que se encontraba narrando la llegada del Hindenburg En el aeropuerto de Lakehurst, New Jersey, hizo una espectacular descripción, paso a paso, de todos los pormenores del desastre, considerándose como una pieza de oro de la radio.

La Paramount Pictures había asignado a un camarógrafo con ese mismo fin y pudo captar totalmente las espeluznantes escenas de la macabra tragedia, película que cuatro días más tarde se exhibía en todos los teatros de los Clubhouses de la Zona del Canal.

Lo irónico de la situación fue que todo este ritual del amarre, se llevaba a cabo dentro de la mayor calma, con los pasajeros en la góndola del dirigible, intercambiando sonrisas y saludos desde la ventana de observación, con amigos y conocidos en tierra.

Después de varias horas de lucha, la calma fue reapareciendo y de aquel gran orgullo de la aeronavegación alemana, solo quedaban calcinados restos de hierros retorcidos.