Monday, June 6, 2011     17:19
 

Naufragio del Vapor Taboga

Al carecer la capital panameña en la década de los años 10, de medios aceptables para la comunicación terrestre con el interior de la república y la transportación aérea en nuestro país, todavía distaba mucho de convertirse en una realidad, quedaba solo el mar como la única forma para acercarse a las provincias distantes.

Inicialmente esta actividad se llevó a cabo por medio de pequeños botes que realizaban cortas travesías, hasta que la necesidad misma forzó hacia la fundación de una Compañía de Navegación Nacional, propiedad de los hermanos Pedro y Próspero Pinel.

Cubría unos itinerarios bien confeccionados, pero sobre todo bien puntuales, uniendo a Panamá, Búcaro, Puerto Mutis, Soná, Pedregal, Remedios, Puerto Obaldía, Mensabé, Guararé, Puerto Posada, La Palma, Chepigana, El Real, Taboga, Chitré, Aguadulce y San Carlos.

Los vapores llevaban pasajeros, ganado, cerdos, caballos y carga, además de un recién inaugurado servicio de correos, que agilizaría todos los movimientos económicos de la nación.

El público se iba acostumbrando y confiando en este tipo de transporte, porque observaba el desarrollo y crecimiento de la empresa, provenientes de la seguridad y sólida reputación que rápidamente conquistaba.

Todo este programa de cursar los anchos océanos era ya algo completamente normal y dentro de la rutina diaria, hasta que la nación entera se vio sacudida en la mañana del 24 de mayo de 1911, con la noticia del naufragio del vapor Taboga ocurrido la noche anterior, en la punta Guánico, en las costas de Los Santos.

Las primeras noticias del siniestro, vinieron en la forma de un telegrama enviado por el alcalde de las Tablas, Higinio de León, especificando que un mensajero venido del lugar de los hechos informaba haber encontrado 40 personas vivas en Guánico y otras seis en Búcaro, resultado del hundimiento del vapor Taboga.

También por medio de informes de corresponsales de los diarios capitalinos, tales como el siguiente:

Las Tablas, 25 de mayo de 1911

Prensa. Panamá

"Desde Tonosí, comunícame Agente Compañía Navegación Nacional, haber naufragado vapor Taboga con ciento cuarenta tripulantes. Muchos de ellos pertenecientes a familias de la Capital, lo mismo que crecido número de estudiantes procedentes de la Provincia de Chiriquí y de los pueblos de Santiago y Soná. Solo se han salvado 40 hasta ahora."

( Fdo ) ALEJANDRO FERRER
Agente.

La nave, había chocado contra unas rocas, aproximadamente a las 7:50 p.m. del martes 23, a unas tres millas de la costa y en medio de una inmensa oscuridad de la noche.

El naufragio fue rápido, tomando menos de 10 minutos para ser total, lo cual ofrecía una indicación de los momentos de pánico, zozobra y temor que intensamente se vivieron, sobre los cuales se destacaron actos de verdadero heroísmo por miembros de la tripulación y de algunos pasajeros.

El secretario de Relaciones Exteriores de Panamá, señor Federico Boyd, solicitó la cooperación de las autoridades de la Zona del Canal, para que se enviara a la cañonera YORKTOWN de la marina norteamericana, con el objeto de ayudar a los náufragos y traer a los sobrevivientes. Esta ayuda fue concedida con gran celeridad.

También se dirigió al mismo lugar del suceso el vapor David, donde viajó el Sr. Pablo Pinel, condueño de la Compañía de Navegación Nacional, propietaria de la nave siniestrada y otros caballeros, con el objeto de realizar investigaciones sobre las causas del desastre.

Informes del señor Próspero Pinel, otro de los copropietarios y coincidentemente uno de los pasajeros en el fatal viaje, indicaron que perecieron 23 personas, nueve de Santiago de Veraguas, 5 de Chiriquí y 9 miembros de la tripulación.

Los fallecidos pertenecían a distinguidas familias de Chiriquí y Veraguas, muriendo algunas señoritas que se dirigían a la capital a proseguir sus estudios secundarios.

Al momento del choque, el capitán Campbell se encontraba jugando cartas en el salón principal con varios pasajeros, mientras que la nave estaba bajo el mando del piloto Mathews.

Dos personas con amplia experiencia en asuntos marinos ( Pinel y Mendizábal ) quienes estaban cerca del puente de mando en el aciago momento, advirtieron al timonel de la nave, sobre el grave peligro que se presentaría, de proseguirse con el rumbo que se marcaba, tan cerca de las rocas.

El piloto fue a advertir al capitán sobre este hecho, quien le preguntó si ya se había pasado la punta Morro de Puercos y ante la respuesta positiva , ordenó continuar con el rumbo trazado.

Minutos más tarde, el Taboga chocaba contra las rocas, a unas tres millas de la costa.

Al principio el mismo capitán no le dio la importancia inmediata a lo sucedido y pensó que la estructura del vapor pudiera resistir el peligro y salir adelante, pero al ver como la presión del agua prácticamente rompía la puerta de contención No. 1, se percató de la gravedad de la situación dedicándose a ayudar a los pasajeros y finalizados sus deberes, se tiró al agua para nadar hacia la costa.

Los momentos de pánico y terror que de inmediato se presentaron, en medio de gritos de desesperación e histeria, marcaron la pauta que fue vivida con gran intensidad por los pasajeros.

Por más esfuerzos que se realizaron, reinó la confusión y desorden propio de tales acontecimientos.

Los que pudieron bajaron en botes repletos de personas, otros se lanzaban al agua, se asían a tablas flotantes, nadaban con todas sus fuerzas hacia la orilla, que aparecía muy distante en la negra noche. Otros se aferraban al ganado que nadaba hacia la costa.

Los vecinos del lugar se presentaron a la playa de Cambutal para auxiliar en todas formas a los náufragos que habían alcanzado tierra y compartieron con los mismos sus alimentos, agua y ropas.

La búsqueda de los cadáveres se llevó a cabo por varios días, tanto por la nave Yorktown como por el vapor David, hasta que se dio la cifra oficial de los fallecidos ( 23 ), tragedia que conmovió en todas sus raíces a la ciudadanía panameña, llevando luto a numerosas familias.

Destacable por su valentía fue la acción de Andrés B. de Ponsignon, hermano del Encargado de Negocios de Francia en Panamá, quien estuvo en el mar asido a un salvavidas, por más de 11 horas, hasta que fue rescatado por Sotero Díaz, morador del lugar, persona que prestó incalculable colaboración y se prodigó en grandes esfuerzos en todo momento.

Posteriormente y como un reconocimiento a sus innumerables servicios llevados a cabo en esta trágica situación, el gobierno francés, condecoró a Díaz como Caballero de la Legión de Honor.

Al regresar el barco Yorktown al muelle en Panamá se dieron escenas de gran alegría por los familiares de los sobrevivientes, así como de tristeza y llanto por los fallecidos.

El presidente de la Companía, don Próspero Pinel, pasajero de la nave como ya se ha mencionado, rindió un informe al Inspector del Puerto, Jefe del Resguardo Nacional de la siguiente forma:

" Es de pública notoriedad la catástrofe que produjo el rápido hundimiento del vapor Taboga, perteneciente a la Companía de Navegación Nacional y la muerte de algunos pasajeros y tripulantes, que a su bordo venían de las provincias de Chiriquí y Veraguas, hecho ocurrido minutos antes de la ocho de la noche del martes 23 del corriente mes, frente a la Ensenada de Cambutal, jurisdicción de la Provincia de los Santos.

En mi calidad de Presidente de la Companía nombrada, como pasajero de la nave perdida, le pido a usted respetuosamente que inicie minuciosa y concienzuda investigación del luctuoso suceso que me ocupa, a fin de que caiga sobre los responsables del desastre, si es que los hay, toda la sanción de la ley. Estoy dispuesto a rendir declaración jurada de lo que me consta al respecto"

Panamá, 29 de mayo de 1911 Prospero Pinel.

Esta solicitud del señor Pinel se hizo en vista de los argumentos poderosos que se esgrimían por todas partes contra la companía, planteando que no estaba ofreciendo las debidas garantías para la seguridad de los pasajeros.

El Capitán Campbell y el piloto Mathews fueron apresados al bajar en el desembarcadero del Mercado Público y protegidos por un destacamento de policías que los condujo al Cuartel Central, pues seriamente se temía que fueran atacados por parientes de las víctimas.

Dos semanas después, el Inspector de Puerto, Don Carlos Berguido y el Juez Superior de la República, Dr. Juan Demóstenes Arosemena, dieron inicio a las investigaciones que contempla la ley, para deslindar las responsabilidades correspondientes.

El gobierno panameño, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, dictó la Resolución No.1535 del 31 de mayo de 1911, donde "es grato hacerle saber a usted, y por su digno medio al Comandante y Oficiales del crucero americano Yorktown, que el Gobierno y pueblo panameños agradecen los valiosos y desinteresados servicios prestados por dicha nave con motivo del reciente naufragio del vapor Taboga. Pero lo que más obliga la gratitud nacional es la buena voluntad, el desinterés y abnegación de que ha dado ejemplo el Comandante y los oficiales del Yorktown en la humanitaria labor que han realizado".

Tanto el capitán Campbell como el piloto Mathews, de origen inglés, habían tenido a lo largo de sus carreras un historial sin mancha y poseían licencia de la compañía Lloyd of London.

El 3 de junio del mismo año, fueron puestos en libertad mediante fianza concedida por el funcionario instructor del caso, el Juez Superior de la República.

Se lanzó la idea por Federico Escobar de una subscripción popular para levantar un Monumento de la Caridad a la Humanidad. " Los navegantes, al pasar por el frente de aquella inmensa Tumba, deben aferrar las velas, echar anclas y de rodillas, sobre la cubierta, entonar el Rogatorio por las Animas Benditas de todos los Navegantes Náufragos".

El hundimiento del Taboga fue un hecho trágico de enormes proporciones para una nación de apenas ocho años de vida independiente, que nunca había experimentado nada semejante, sacudiendo a la sociedad hasta sus más profundas raíces, que sin embargo reaccionó al unísono, con vivas muestras de solidaridad humana, ante el tañir de las campanas de dolor que se escucharon en esos días.