Monday, June 6, 2011     17:19
 

La mano de obra China

A partir de mayo de 1904, cuando los norteamericanos se encargaron de la construcción del Canal de Panamá, se pensó que la inventiva y genio de ese pueblo determinarían un éxito de inmediato. Sin embargo, casi dos años después, la situación se presentaba en un estado caótico, muy próximo a convertirse en una tremenda derrota.

Recién nombrado Ingeniero Jefe, John Stevens comprendió muy bien la idea de Gorgas: Sanear primero, excavar después y le dio su total apoyo, contra la opinión y gestiones de varios grupos influyentes.

Aunque los casos de fiebre amarilla disminuían, la malaria, pulmonía, tuberculosis y la disentería, seguían diezmando a la fuerza laboral, especialmente a los negros de Barbados.

Para diciembre de 1905 la terrible fiebre amarilla había sido totalmente erradicada de Panamá, un hecho que decididamente tuvo un marcado efecto psicológico en todo el mundo.

El presidente Theodore Roosevelt se podía sentir muy complacido pues tomó la decisión correcta, ya que le tocaba la última palabra para no reemplazar a Gorgas.

El ímpetu de la construcción se aceleró muchísimo y en forma paralela el número de trabajadores, que se estimó en 24,000 para fines de 1906.

De este gran total, donde se encontraban representados casi todos los países del mundo, los negros de Barbados formaban una gran mayoría y no los oriundos de Jamaica como popularmente se estima, ya que el gobierno de ese país, después del colapso francés, estableció un impuesto para todo trabajador que viniese al canal de Panamá.

Sin embargo, como el rendimiento de esta fuerza laboral era relativamente bajo, las deserciones eran muy elevadas, el Ingeniero Jefe Stevens pensó en la contratación de chinos, ya que había tenido muy buena experiencia con ellos, en los trabajos de construcción de un ferrocarril en el Noroeste de los Estados Unidos.

Como se trataba de una urgencia, inmediatamente se publicaron en los periódicos anuncios en agosto de 1906 donde se planteaban las respectivas solicitudes.

Para comenzar una compañía ofreció 2500 chinos y de acuerdo a su rendimiento, llegar hasta 25000 trabajadores.

La Comisión del Canal sabía de varias personas que se mostraban interesadas en obtener ese contrato, sin embargo, al momento de la licitación, sólo cuatro proponentes se presentaron.

Uno de ellos ofreció contratar trabajadores no calificados a diez centavos por hora, otro a 12 1/2 y otro a 13. La cuarta propuesta fue más elaborada, ofreciendo a 11 centavos por hora los primeros 2500, reduciéndose parcialmente por cada millar adicional hasta llegar a un total de 11000. Luego se rebajaría a 9 centavos por hora hasta totalizar los 15000.

Esta comercialización de seres humanos levantó una tremenda ola de protesta en Estados Unidos, Panamá y China. Aparte de los aspectos morales que presentaba una contratación de este tipo, se mencionó también el severo aspecto climatológico sobre un gran número de extranjeros que vendrían a Panamá, totalmente faltos de una preparación física y con hábitos de vida muy diferentes a los de esta región, que sólo llevaría a resultados desastrosos.

Cuando se piensa en transplantar a grandes masas de hombres de un país situado a miles de millas, con alimentación muy diferente y a sufrir los rigores de la alta humedad relativa y el sofocante calor imperante, solo se puede estar invitando a grandes problemas.

La mortalidad y morbilidad se consideraba que serían muy altas y el factor económico que pagar, sería mucho más alto que cualquier ahorro producido en los bajos salarios que se pagarían por hora de trabajo.

Una población extranjera que llegara contratada para laborar en el Canal y a la cual se ofreciera unos sueldos más bajos en comparación con otros grupos, sólo podría fomentar resentimientos y posibilidades de conflictos internos.

Los chinos que por lo general se dedican a labores de jardinería, lavandería o comercio al por menor, muy pronto estarían abandonando estos pagos de 9 centavos por hora, donde tendrían que rendir al máximo de su capacidad física.

Se presagiaban deserciones en masa y se visualizaba a la policía en un nuevo rol de pesquisar por toda la república, a los numerosos chinos que abandonar con los contratos establecidos.

También se planteaba el problema legal de prohibiciones, tanto en Estados Unidos como en Panamá, a la inmigración de nacionales de China.

El mismo gobierno de China, veía con malos ojos, cualquier ciudadano que viniera a trabajar a Panamá, pues este nombre, les recordaba los casos de suicidios masivos de chinos durante la construcción del ferrocarril en 1856. Siempre se atribuyó a un factor emocional depresivo que los impulsó a tomar esta decisión en la población de Matachín a orillas del canal. El nombre es puramente coincidental, pues ya existía antes del suicidio y no se derivó posterior al hecho ocurrido.

Además de estos argumentos, los propios chinos ya residentes en Panamá le enviaron un cable al gobierno imperial donde consignaban una airada protesta contra la posibilidad del viaje de estos trabajadores al Istmo de Panamá. Informaban de las pobres condiciones de trabajo que existían en el Canal que impondrían una muerte segura en estas playas. Temían más que nada a la posible competencia de sus coterráneos en el aspecto comercial y que ellos dominaban en Panamá, Colón, David y Bocas del Toro.

Una muy sólida opinión en contra del proyecto, fue emitida también por el Gobernador de la Zona, Charles E. Magoon al referirse al acto de las excavaciones, ya que él opinaba que los chinos no servirían para estas labores, por sus pobres condiciones físicas y además por su natural tendencia a nunca permanecer en el trabajo más allá de tener suficiente dinero ahorrado, para establecer un pequeño negocio como puente para convertirse en grandes comerciantes.

Stevens ante la montaña de evidencias en su contra, tuvo que abandonar la idea de contratar a chinos para trabajar en Panamá. No podía comprender el gran problema que se había levantado en varias partes al mismo tiempo, cuando él estaba convencido de la superioridad de los orientales en el trabajo.

Stevens, a quien muchos consideran el héroe olvidado del Canal de Panamá, no pudo conseguir esta mano de obra que necesitaba a gritos y todos los esfuerzos volvieron a dirigirse hacia Barbados, Guadalupe, Martinique y Jamaica.

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